martes, 7 de diciembre de 2010

Folleto Tercerizadas

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sábado, 13 de noviembre de 2010



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Síntomas preocupantes en América latina

por Modesto Emilio Guerrero

Tres hechos de tipo electoral y la muerte del ex presidente Néstor Kirchner, arrojan algunas señales de interés en las tendencias actuales del continente, y aún en forma indirecta, dan cuenta de algunas de las tendencias más sostenidas del proceso político y la lucha de clases.
Sin duda, como veremos en este escrito, el suceso más sonante en la relación Estado nación vs. imperialismo y en la contradicción revolución vs. contrarrevolución social, la vimos en el escenario conflictivo vivido a mediados de año entre Venezuela y Colombia, tras el montaje que hiciera el gobierno de Alvaro Uribe contra el gobierno de Hugo Chávez, en la Organización de Estados Americanos.
Pero a este acontecimiento de alto voltaje, sucedieron las elecciones legislativas en propia Venezuela, y de seguido, las presidenciales en Brasil en simultáneo con las elecciones regionales en Perú. En los tres casos surgieron señales de lo nuevo, tanto en el sentido de los riesgos, como en el sentido contrario: las posibilidades de aperturas sociales hacia fenómenos revolucionarios.
Los resultados de las legislativas venezolanas, indican un estado declinante del voto chavista, expresión electoral de un malestar creciente en las bases sociales del movimiento bolivariano que sostiene al gobierno de Chávez. Dos millones de chavista se niegan a acompañar con su voluntad, esta vez en el voto, a un gobierno que consideran suyo, pero cada menos suyo, y más de la nueva burocracia boliburguesa anidada desde 2002, a caballo de la masa de petrodólares, casi 500 mil millones de dólares sumados en unos 7 años, una cifra imponderable para cualquier gobierno latinoamericano, en términos proporcionales a la población.
Hay claros mensajes de cansancio y desasosiego de la amplísima y activa vanguardia venezolana. Esto no anula el otro hecho central: ella misma, o una parte de ella, está protagonizando la más avanzada transformación social y política de los trabajadores del continente: el desafío al poder de propiedad capitalista e imperialista en el terreno de la economía y el poder social sobre la producción y la distribución.
Entre 2005 y 2010, la economía venezolana ha presenciado más de 720 expropiaciones, nacionalizaciones y estatizaciones de empresas capitalistas, nacionales e imperialistas. De ese total, unas 200, o sea, alrededor del 25% se realizaron durante este año. En medio de ese proceso, una parte de los trabajadores, sobre todo en dos ciudades, viven por primera en su historia, una experiencia de control obrero de grandes usinas metalúrgicas, mineras, eléctricas y de otras ramas. Esto es lo nuevo dentro den lo nuevo, quizá lo más avanzado, por lo que contiene de promisorio en la perspectiva de la desviada conciencia socialista.
El punto débil del proceso de expropiaciones y estatizaciones, no está en su base social, si no en la institución que las ejecuta. Los protagonistas centrales, los ejecutores principales de la mayoría de las expropiaciones, no son los organismos sindicales, o de los trabajadores, es el ejército junto con un órgano administrativo estatal llamado Indepabis, encargado de controlar la especulación, el saboteo y la estafa económica. En todos los casos, las expropiaciones son sostenidas por la base laboral en forma activa, o entusiasta, pero solo en un buen 30% de los casos, el sindicato ha sido el organismo ejecutor sobre el que se erige la administración nueva de la producción.
Este punto débil no anula, de ninguna manera, el poderoso avance que significan las nacionalizaciones y expropiaciones de la “revolución bolivariana”. Constituyen actos revolucionarios al interior, al mismo tiempo que lecciones para los explotados latinoamericanos y europeos en estado de lucha, claro, a condición de que se conozcan y puedan convertirse en ejemplo o lecciones. Allí radica la importancia de superar el sectarismo estéril de una parte de la izquierda latinoamericana, mareada por el peso del personaje del proceso, o por sus inevitables perversiones, descuidando el primer deber de un revolucionario serio: reproducir y potenciar los pasos de avance material del proceso.
En Venezuela tenemos, entonces, dos señales distintas, las electorales hablan de riesgos políticos, las sociales señalan el camino de la revolución social.
Brasil y Perú fueron dos sorpresas opuestas. Todo el potende influjo y buena imagen de Lula, no fue capaz de resolver el malestar de una parte del electorado brasileño, que no ve mucha diferencia entre la candidata Rousseuf y el candidato Serra, sobre todo un segmento compuesto por millones de profesionales y trabajadores de clase media urbana. Marina es una expresión transitoria de la duda de una parte de la población.
El mismo fenómeno se manifestó en Perú, pero como dato positivo. Se expresó en dos hechos. La nueva alcaldesa de Lima, no siendo un portaestandarte de ideas revolucionarias, representa, a pesar de ellas misma, un acto de ruptura con lo existente, es decir, la espantosa desmoralización de los oprimidos de ese país, luego de las derrotas producidas por la represión fujimorista y de Alan García, pero al mismo complementadas por las locuras políticas y morales cometidas por Sendero Luminoso.
Más importante aún, aunque subterráneo como proceso, es que el partido APRA, gobernante, quedó hundido bajo una masa de votos regionales que favorecieron a opciones nuevas, locales, rupestres pero renovadoras de la moral de los explotados. Esa es la principal novedad alentadora.
Y finalmente, la muerte súbita de Néstor Kirchner, en Argentina, que por su peso, y por el fenómeno político que generó, hablan de dos cosas distintas en la misma perspectiva, aunque aún no están bien definidas en términos políticos o ideológicos.
Primero, su muerte contuvo, de una manera particular y difusa, lo nuevo de la América latina. Ese fenómeno de la última década que tiende a desembarazarla del control imperial. Este hecho es altamente progresivo, a pesar de sus límites, y de las posiciones no revolucionarias del difunto. La convocatoria de masas que despertó, sobre todo de jóvenes y mujeres, y la presencia de todos los mandatarios progresistas del sur del continente, de los cuales tres decretaron duelo en sus países como si se tratara de un muerto propio, hablan de una nueva realidad sudamericana o continental. Una realidad signada por una relación de fuerzas a favor de políticas anti imperialistas, y una nueva relación de Estados, que siendo burgueses, manifiestan una resistencia al dominio imperial, como no se veía desde hace medio siglo en este hemisferio.
La muerte de Néstor Kirchner develó, simbólicamente, buena parte de lo nuevo del continente, a su pesar ideológico, pero contenido en la efusividad y masividad de los cortejos y en una presencia latinoamericanista distinta a las usuales en estos casos oficiales.
Colombia-Venezuela, un conflicto de alta intensidad
La superación diplomática del conflicto provocado por el ex gobierno de Álvaro Uribe, de Colombia, que llevó las tensiones entre ambos países al máximo en tensión de los últimos 8 años, convirtiéndose en un foco de grave preocupación subregional, no significa el fin de las condiciones y causas que lo provocaron en agosto de 2010.
La principal causa radica en la absoluta incompatibilidad entre sus dos regímenes. Por un lado está el bolivariano, dedicado a desafiar el control imperialista en el hemisferio, desarraigarlo completamente de su territorio y proclamar la necesidad de abrir un camino al socialismo en Venezuela.
Al lado, con más de 1.200 kilómetros de frontera, existe otro régimen de opuestas características: ocupado militarmente por las siete bases militares de Estados Unidos, 7 mil expertos y tropas de guerra de ese imperio, además de varias empresas de asesores (léase, mercenarios) de Francia, Inglaterra, EE.UU. e Israel. Colombia recibe la cuarta ayuda militar más importante que Estados Unidos dispone en el planeta para el control/contención de zonas geopolíticas, sólo superado por Irak en Medio Oriente y Afganistán y Pakistán en la extrema Asia.
Los últimos cinco o seis gobiernos de Colombia han atado casi todas las decisiones económicas, políticas y militares al sistema de mando de Estados Unidos, a su Departamento de Estado y a los organismos internacionales. Sin alguna duda, es el país más abiertamente proyanqui del continente, el que ha ido más lejos en una relación de dependencia en el último cuarto de siglo.
Para lograr ese estado de postración nacional, acudieron a métodos y recursos de guerra civil y a la más avanzada tecnología de ataque y destrucción, imponiendo el terror en amplios sectores de la población pobre y media del campo y la ciudad, ganando de hecho, legitimidad en vastos sectores sociales. La paradoja grotesca que nos presenta la particular “democracia” colombiana es sorprendente. Hemos vivido ante nuestras narices un genocidio y ellos han logrado suavizarlo con las plumas de la democracia. Algo similar a lo de Honduras en menor escala. Si algo lo evidencia es el alto porcentaje de “buena imagen” con el que se fue Uribe y la alta votación con la que ganó Santos.
Esta condición, digamos binacional, de incompatibilidad, contiene la otra causa, cuya significación es más trascendente: Estados Unidos no está dispuesto a soportar por mucho tiempo más un régimen como el de Venezuela. No es que lo haya descuidado hasta ahora, al contrario, desde diciembre de 2001 lo mantiene a raya de conspiraciones, campañas demonizadoras y asedios varios, es que, ahora el Departamento de Estado ha comenzado a dar otras señales de avance sobre la Venezuela bolivariana, sobre la Bolivia de Evo Morales y la Ecuador de Correa.
Esto se expresa en una estrategia general de remilitarización de partes del continente, desde El Caribe Oriental hasta el Cono sur. Pero esto lo está combinando con recursos distintos, como los electorales y las campañas mediáticas de fragilización gubernamental, sin dejar de apostar a la cooptación de altos funcionarios y gobiernos de la región. Cuando puede, como en Honduras, desplaza gobiernos acudiendo al golpe, y cuando las condiciones son propicias, como en Haití, toma posesión militar del territorio.
Se trata de una combinación desigual muy compleja de métodos y recursos guiados por la misma necesidad absoluta: frenar, desviar, pervertir o derrotar físicamente los nuevos procesos políticos liberadores y movimientos sociales de resistencia y transformación, aparecidos en la región sur del continente desde hace una década. Ha ido avanzando según se lo ha ido permitiendo la relación de fuerzas y las debilidades internas dentro de cada país. Colombia es el caso más extremo de relación de fuerzas a favor de esa estrategia, Chile, Honduras, Panamá, Costa Rica, Perú y México, también, en otra medida y circunstancias.
Aún no logra pisar fuerte en países centrales, decisivos, como Brasil y Argentina, ubicados en la zona de mayor resistencia y autonomía, ni derrotar los procesos más avanzados –Venezuela, Bolivia y Ecuador–, lo cual hace relativo y parcial el avance. Sin embargo, una visión de conjunto sugiere que estamos presenciando una tendencia a la modificación negativa de las relaciones de fuerza continentales.
Las elecciones a la Asamblea Nacional del 26 de septiembre pasado en Venezuela muestran señales de esos avances parciales del imperialismo: la derecha ganó más del 35% del cuerpo legislativo modificando la relación interna del poder institucional y social, pues un voto no es más que una persona con una opinión determinada.
Como suele ocurrir en la historia social, la mejor manera de buscar un pronóstico, es averiguar la tendencia probable del factor más avanzado. Venezuela es el síntoma.

Recuadro

Ecuador
A la hora de dar su versión de la historia, la derecha justifica los golpes de Estado exitoso, como un acto en defensa de las instituciones y la democracia. Cuando los golpes fracasan tratan de minimizar y distorsionar los hechos para no quedar mal parados. De esta manera el intento de golpe de Estado el 30 de septiembre en Ecuador fue relatado los oligopolios de desinformación y persuasión como una crisis institucional. Por su parte Arturo Valenzuela, Subsecretario de Estado de Asuntos Interamericanos del gobierno de los EEUU dijo que había sido: "un acto de indisciplina policial".
El pueblo ecuatoriano en la calle pensaba otra cosa. Y con buen olfato político salió a defender a su presidente Rafael Correa.
Queda para el debate entre los ecuatorianos el rumbo de la revolución ciudadana que necesariamente deberá profundizarse para derrotar al imperialismo y sus lacayos locales.

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jueves, 21 de octubre de 2010

Declaración: Ante el asesinato de Mariano Ferreyra

El asesinato del compañero Mariano Ferreyra, militante de la FUBA y del Partido Obrero y la emboscada al grupo de compañeros que lo acompañaban, con las consecuencias de más heridos de bala, es el resultado final de la creciente impunidad con la cual la burocracia sindical de la CGT Argentina continúa actuando sobre el movimiento obrero. Al mismo tiempo, la convivencia política del Gobierno Nacional con sus dirigentes es un hecho político indiscutible.

Que hoy su Secretario General, Hugo Moyano, salga a repudiar el hecho no modifica esta valoración, ni el hecho de que el gobierno kirchnerista es un aliado fundamental del principal dirigente de la CGT que viene de demostrar sus fuerzas en un acto conjunto con la Presidenta. Al mismo tiempo, no es concebible que José Pedraza, que en esos momentos estaba siendo parte de un acto en compañía de funcionarios del Gobierno Nacional, no haya estado al tanto de los acontecimientos.

El repudio de los representantes políticos de los empresarios y de la oposición gorila, tampoco puede ocultar que son las mismas empresas y sus empresarios quienes muchas veces los tienen como socios o como fuerza de choque patronal contra el accionar independiente de los trabajadores.

La tercerización de los servicios y la flexibilidad laboral de los trabajadores tercerizados (que es la causa legítima por la que luchan los trabajadores atacados) es una política impulsada y defendida por estos empresarios y sus representantes políticos con acuerdo sindical de la CGT, cuyos dirigentes son muchas veces las verdaderas patronales de estas empresas mercerizadas a las que disfrazan de cooperativas.

Por lo tanto, el Gobierno Nacional no sólo debe garantizar que la investigación encuentre y condene a los autores directos y a los instigadores del crimen, sino que debe hacerse cargo de las gravísimas consecuencias de tener por aliados a este tipo de sindicalismo mafioso, al que sube a cuanto pacto oficial se les ocurra subir, mientras que el Ministerio de Trabajo respalda y convalida cuanta decisión arbitraria, o abiertamente ilegal, tomen los integrantes de las conducciones sindicales de la CGT.

Desde la Corriente Político Sindical "Rompiendo Cadenas" exigimos la identificación y condena ejemplar de los asesinos y sus mandantes. Pero además exigimos que cese la cobertura del Ministerio de Trabajo y del Gobierno Nacional al accionar antidemocrático, totalitario e ilegal de la burocracia mafiosa de la CGT.

Al mismo tiempo, la primera medida que el Ministerio de Trabajo debería tomar para aportar a una profunda democratización del Movimiento Obrero es el inmediato reconocimiento de todos los sindicatos simplemente inscriptos por los trabajadores que así lo solicitaran.

La decisión de cómo coordinarnos nuestras organizaciones o en qué central sindical organizarnos, o sobre las características o definiciones políticas de cada organización obrera, son decisiones que deben estar en las manos de todas las organizaciones de trabajadores, sin imposiciones ni condicionantes de ninguna naturaleza por parte del Estado o de los Gobiernos de turno.

La total democratización de los sindicatos, y su recuperación para una organización sindical que consulte y respete la voluntad de los afiliados conformándose como una real representación de los intereses del conjunto de los trabajadores, es la única garantía definitiva para que hechos de esta naturaleza no se repitan.


Adherimos y convocamos a la marcha desde la Plaza de los dos Congresos a Plaza de Mayo a partir de las 17 hs, para exigir castigo a los asesinos de Mariano Ferreyra.

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miércoles, 20 de octubre de 2010

Declaración: Ante las elecciones en la CTA

Las elecciones de la CTA se han convertido en un significativo hecho de la escena política nacional; no por el hecho progresivo que aparentemente podría significar una elección directa de autoridades, frente al carácter verticalista, burocrático y "pejotista" de la CGT; sino por la virulencia de los ataques cruzados en la campaña electoral, los enfrentamientos internos, las maniobras y tergiversaciones, la escasa participación, y por último, las acusaciones cruzadas de maniobras fraudulentas de una y otra lista. Todos estos elementos pusieron en tela de juicio la legitimidad de la próxima conducción, cualquiera sea ésta, y dejaron a la Central al borde de la ruptura.


Más allá de si se concreta o no la división, nada volverá a ser igual. En los hechos, la CTA aparece fracturada. Resta saber cómo impactará esto en el activismo que militó por alguno de los sectores en pugna, así como en el conjunto de los trabajadores afiliados.

Pero la crisis que atraviesa la Central no es nueva, hubo ya un largo recorrido desde la ya mítica reunión de Burzaco y de haber encabezado las resistencias al neoliberalismo en los primeros años de la década de los ’90; como decíamos en el documento que hicimos público antes las elecciones, “Hay responsabilidades ineludibles en esa dirigencia, que puso a la CTA a remolque de distintas políticas y gobiernos patronales, como el de la Alianza, y se guardó en la rebelión de diciembre de 2001. Esta crisis pone en veredas enfrentadas a dos sectores que expresan concepciones parecidas de la construcción sindical, aunque hoy se dividan por una caracterización diferente respecto al rol del Gobierno kirchnerista y sus aliados”.

En los papeles, las cuestiones en debate estuvieron centradas respecto al grado de autonomía de la Central en relación al Estado y al Gobierno y por otro al carácter de central construir, por un lado pareciera plantearse una central sindical que se afirme en los sindicatos y el otro se plantea una central de nuevo tipo, de composición más heterogénea donde cumplirían un rol más importantes los movimientos territoriales y culturales. Pero en la práctica, estos importantes debates, terminaron en la pobre discusión de si se está a favor o en contra del Gobierno, favoreciendo así la estrategia polarizadora de las clases dominantes, entre el kirchnerismo y la oposición parlamentaria y mediática.

Pero lo que también salta a la vista es que la discusión central no solo es ideológica, acerca de cómo se posiciona la Central frente al Gobierno, sino también lo que materialmente representa el control de un poderoso aparato sindical con sus respectivos vicios burocráticos, que eligió 16800 puestos en todo el país, entre directivos, congresales tanto seccionales como nacionales que corresponden a un inflado y promocionado padrón de 1.413.000 afiliados, pero el bajo nivel de participación indica que por cada puesto en disputa votaron en promedio menos de 20 afiliados, lo que pone en debate cuál es la representatividad real de la CTA y el tamaño de semejante aparato.

Estas elecciones están cerrando un período caracterizado tanto por el esfuerzo de construcción de casi dos décadas como por la pérdida de rumbo de los últimos años y han tirado por la borda la legitimidad construida en muchos trabajadores que no pertenecían a la Central. La posibilidad de la fractura y el aumento de la fragmentación no hacen más que aumentar las dificultades de todos los que apostamos a la reconstrucción y reorganización de la clase trabajadora sobre nuevas bases.

En los meses previos a las elecciones de la CTA, distintos agrupamientos, delegados/as y militantes sindicales que coincidimos en general en una forma de construcción democrática, en los posicionamientos ante la coyuntura política y en un horizonte de cambio social profundo, nos pronunciamos “por una CTA capaz de sumar a un proyecto colectivo emancipador, una CTA que impulse activamente las profundas transformaciones sociales necesarias, una CTA que asuma las mejores tradiciones de lucha para evitar que los poderosos nos impongan su salida a la crisis capitalista con el saqueo de los bienes de la naturaleza, la guerra o el ajuste económico.”

En estas reuniones evaluamos la posibilidad de presentar una lista alternativa a lo que ya se preveía, sería una polarización entre los dos sectores en que se dividió la conducción “histórica” de la Central. Finalmente, se evaluó que ante la situación de extrema polarización, la diversidad de realidades de cada región y la fragmentación a nivel nacional, no había condiciones para construir una lista representativa, integrada por conducciones democráticas y por distintas construcciones de base. Pero acordamos que una tarea central de la etapa tiene que ser justamente avanzar en mayores niveles de unidad y organización, con debates y posicionándonos en conjunto, en el camino de impulsar un nuevo espacio, que reúna a muchas compañeras y compañeros que, en todo el país, luchamos por un sindicalismo democrático, de clase, y basado en los intereses de las mayorías populares.

Con el objetivo de continuar esa necesaria reflexión y reiterando lo expresado en la declaración previa a las elecciones de CTA, hacemos este nuevo llamamiento para seguir construyendo una unidad vital. Necesitamos que nuestras construcciones no queden aisladas en el localismo, y puedan proyectar, en el mediano plazo, una alternativa a nivel nacional.

“En este sentido, proponemos un debate sobre los cambios que necesitamos para desplegar una práctica política y sindical distinta. Cambios que expresen las ideas que animan nuestra militancia, tales como la apertura de espacios amplios de discusión sobre las problemáticas laborales y en general sobre el rumbo político del país, una formación permanente del activismo y de la base que nos permita avanzar en la organización, la elaboración de propuestas y planes de lucha en función de mandatos de base, la tolerancia a las ideas presentes en el conjunto del campo popular (en oposición a las estructuras verticalistas y burocráticas de todo el sindicalismo), la representación de las minorías y sobre todas las cosas, la no subordinación de la fuerza social construida a un proyecto ajeno a los intereses de la clase trabajadora.

Llamamos a construir juntos un canal de expresión de todos los sectores sindicales que vienen luchando y construyendo desde esta perspectiva. En la medida en que unifiquemos esta alternativa común que abarque a distintas direcciones y representaciones sindicales y agrupaciones de base, habremos dado un paso importante en el camino de construir la perspectiva política y las organizaciones que nuestra clase trabajadora y nuestro pueblo necesitan”.

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