Que la pandemia no devore vidas ni
derechos
La dimensión de la crisis se agrava día a día en el mundo y en nuestro
país. En todo el planeta, los sectores más poderosos, responsables de las
políticas capitalistas de ajuste permanente a los sistemas de salud y a nuestras
condiciones de vida en general, pretenden que prime el cuidado de sus ganancias
por sobre el cuidado de la vida, descargando sobre la clase trabajadora el
costo de la caída de la actividad económica usual. En países como Italia, donde
los gobiernos priorizaron inicialmente sostener la producción y las ganancias,
las huelgas obreras presionaron por la cuarentena desde abajo. Con el transitar
de las horas vemos cómo se van corriendo los límites de lo que estamos
viviendo, saliendo a la luz las mezquindades empresarias y la insuficiencia de
las políticas públicas.
En nuestro país el gobierno ha decidido realizar una cuarentena y una serie
de medidas que auxilian al sistema de salud, postergando un estallido de los
contagios por el coronavirus y un estallido económico y social. Si bien la
cuarentena es una medida necesaria, no alcanza a revertir años y años de
políticas de mercantilización y vaciamiento de los derechos sociales, en
especial en el último ciclo. En los últimos 4 años, se agravó a niveles insostenibles
el peso de la impagable y odiosa deuda externa (y este gobierno pese a todo la
sigue pagando!), y el ajuste y la precarización sobre la salud, la educación y
la cultura se hicieron política explícita de estado.
La crisis es un momento clave para ir por transformaciones estructurales
que den solución a los problemas de la clase trabajadora. El gobierno actual en
cambio, presiona al capital concentrado con medidas puntuales, sin quitarle el
control de los recursos estratégicos. Sabemos cómo termina esto: el gobierno de
turno avanza y retrocede, hasta que el capital concentrado encuentra la manera
de imponer sus condiciones o bien tirar al gobierno.
El sistema de salud pública debe ser reforzado en gran escala YA,
unificando el sistema privado y público, bajo comando nacional. La deuda
externa es una sangría que debe ser frenada YA. Los recursos para salud, para
paliar la situación social, y para la recuperación económica deben ser
obtenidos YA, por medio de impuestos extraordinarios a las ganancias, las
grandes fortunas y aprovechando todos los recursos sociales existentes. Los
controles de precios deben hacerse efectivos e imponerse fuertes sanciones e
incluso expropiaciones a los grupos empresarios que especulen en este contexto.
La Salud primero. Nuestras vidas valen más que sus ganancias
Cuando decimos que la Salud es la prioridad número uno, decimos también que
los trabajos no esenciales deben ser licenciados con plenos derechos para les
trabajadores y que quienes deben ir a trabajar por estar en puestos esenciales,
deben poder hacerlo con en condiciones seguras.
En muchas empresas y reparticiones estatales esto no es respetado y allí
debemos hacernos valer colectivamente, tanto desde el uso de las herramientas
legales como en medidas de acción directa (que sabemos en definitiva siempre es
lo que define cada lucha). Si decimos que en cada lucha se hace presente una
cuestión de vida o muerte, no exageramos.
Los trabajos de cuidados son esenciales para toda la sociedad y también
para nuestra salud y nuestra vida personal. Esto es más claro en una situación
de cierre de escuelas y de alta vulnerabilidad de adultos mayores ante el
coronavirus. La precarización de laboral en tiempos de cuarentena nos afecta
particularmente a mujeres, lesbianas, trans travestis y no binaries, no solo
por ser población vulnerada por este sistema en sí, sino que también recae
sobre nuestro cuerpo esas tareas de cuidado hacia niñes y enfermes, mientras,
en varias ocasiones actualmente, tienen que hacer malabares trabajando desde la
casa. La precarización laboral y del sistema de salud afecta especialmente a la
población trans, travestis y no binarie, ya que la misma históricamente fue
expulsada del mercado laboral y muches de elles, paralelamente, se encuentran
bajo tratamientos en el sistema de salud en la actualidad.
Entre las que soportamos la mayor carga de estas tareas encontramos además
un reforzamiento de las violencias cotidianas, de género y familiar, que el
estado pretende atender con políticas precarizadas, en lugar de hacerse
responsable de las demandas que el enorme movimiento feminista ha sacado a la
luz. Desde abajo seguimos apoyándonos en las redes que siempre construimos para
desplegar el cuidado, garantizar abortos y enfrentar la violencia patriarcal.
Las primeras líneas en la defensa de la vida
Les trabajadores de la salud están en la primera línea de atención
sanitaria. Los movimientos sociales vienen dando muestra de las raíces que
echaron al sostener comedores populares y organización en los barrios
populares. En las escuelas, auxiliares y docentes también le ponen el cuerpo al
reparto de alimentos (insuficientes) que provee el estado. Con dificultad se
sostienen las tareas de atención y de organización entre trabajadorxs que
atienden la niñez y adolescencia, en especial en los centros cerrados. En la
enorme mayoría de los casos, lo hacen reclamando ante la falta de los elementos
de higiene y seguridad que desde los gobiernos no garantizan.
Más barbijos, menos gorra
La represión a los trabajadores del Frigorifico Penta, la muerte de una
mujer detenida en San Luis y las producidas en el Penal de Coronda son los
casos más graves de abusos y violación de derechos por parte de las fuerzas
represivas. A partir de la emergencia por Covid19 por la que se dispuso el
aislamiento obligatorio y con la excusa de controlar su cumplimiento, se
desplegaron sus métodos habituales de intimidación, maltrato y agresiones
físicas y detenciones arbitrarias. Este despliegue represivo, azuzado desde
algunos sectores mediáticos y políticos, se ejerce especialmente en las
barriadas hacia los sectores más vulnerables. Se suma el anunciado
“ciberpatrullaje” para vigilar la reacción popular ante las respuestas
insuficientes o tardías a las necesidades. Aquí también contamos con una
valiosa tradición de defensa de los derechos humanos para rodear de
solidaridad, denunciando y difundiendo cada atropello, para evitar la
impunidad, frenar y resguardarnos colectivamente de los abusos de las fuerzas
represivas.
Hacernos fuertes en nuestros lugares de trabajo y pelear por cada sindicato
Ante la crisis, los empresarios buscan descargar el peso de la misma en
nuestra clase. Si bien el gobierno prohibió despidos y suspensiones sin causa
por sesenta días, en los hechos los patrones buscan despedir de una forma u
otra, a lo que se suman también los intentos de ajustarnos vía recorte de
nuestros salario y de nuestras condiciones de higiene, seguridad y ritmos de
trabajo. De hecho a cada momento las empresas desconocen acuerdos paritarios ya
firmados. La dirección de la CGT y muchas conducciones sindicales burocráticas
viene dando señales claras de que busca acordar con el empresariado rebajas en
nuestras condiciones de vida. Y un amplio sector de la burocracia sindical y de
los movimientos sociales viene dando señales de que priorizarán su alineamiento
político por sobre las críticas a los insuficientes paliativos sociales.
A su vez cada vez más sectores empiezan a ser declarados esenciales, lo que
nos obliga a defendernos de la precariedad en cada vuelta al trabajo.
Pero la precariedad de esta vida no lo van a arreglar los mismos que la
provocan. Hay un límite al capital, y ese límite lo marca la organización y la
lucha de base. Como en el frigorífico Penta de Quilmes, donde los obreros
sostuvieron a su comisión interna honesta y combativa ante la patronal y ante
la policía, que los querían chantajear cínicamente con la cuarentena. Como en
las fábricas recuperadas que se reconvierten para producir insumos de salud
ante la crisis.
Llamamos a construir y debatir la unidad de acción en cada lugar de trabajo
y siempre que sea posible en cada sindicato. Las medidas de acción directa son
cada vez más necesarias de darlas en forma urgente y en unidad tanto en el
trabajo como en el barrio.
Participar en los Comités de Crisis, u otras instancias, nos pueden
permitir la oportunidad de encontrarnos con otras organizaciones del pueblo y
afianzar la unidad, para hacer planes comunes y para masificar la lucha en la
calle, cuando haya condiciones para darla. Pero ante todo nos permite desplegar
la idea de que podemos afianzar construcción y organización popular y
desarrollar nuestras políticas tratando de evitar que el Estado y sus
instrumentos simplemente nos coopten. Esa relación con lo estatal será de
disputa y negociación, como lo es siempre, pero debemos ser capaces en la crisis de dar pasos
concretos en la acumulación de fuerzas para el cambio social.
De la solidaridad que podamos desplegar, de la unidad de clase, de la
creatividad para visibilizar demandas y construir medidas, va a depender la posibilidad
de que no recaigan nuevamente los costos de esta crisis sobre nuestros
trabajos, salarios y condiciones de vida.
CORRIENTE POLÍTICO SINDICAL
ROMPIENDO CADENAS